Sin direcciones no podré escribirte cartas, no te podré contar que en mi cama rodeé con alfileres el vacío en el que solías acostarte, para no caer en él precipitado mientras duermo. Y que sin querer te me llevaste un amuleto que se me olvidó desamarrarte de los dedos de tus pies la última vez que hicimos el amor. Con tantos recuerdos volando por el cuarto, entenderás que lo necesito mucho más yo.
Te diría además que hoy me considero un hombre más fuerte, que siempre amanezco dispuesto a un nuevo intento, y que cuando salgo un rato a la calle nunca me miro al espejo, no me importa llevar esta cara que traigo desde que soy yo el único que te espero. Lo que en verdad ya no soporto es este cólico que me produces entre el hígado y el pecho, una razón más para odiarte, aunque no comprenda, por qué, pese a mi esfuerzo, aún no he podido llegar a hacerlo.
Entre todo lo que pienso, hoy solo he concluido que soy el más enojado de los enemigos del tiempo, y que para mí tan solo eres una moneda tirada al pozo de los deseos.
Está decidido, mi mejor espada contra ti será el olvido, para volver a dormir tranquilo empezaré por borrar las frases que escribiste sobre mis sábanas y olvidaré esta locura de imaginarte fumando un cigarrillo en la ventana. Sé que pronto tu cabeza dejará de hacer falta en mi almohada, y terminaré por darme cuenta que tu cuerpo no es el único rincón en donde nace la madrugada.
Empezaré desde cero, pues por lo que construí en tu terruño ya no me dan ni un peso. Por fin llegará el momento en el que dejaré de culparme por no haberme atado lo suficientemente fuerte a tu cabello. Saldré de nuevo de cara al cielo, pues junto contigo desaparecerá también, de la faz de estas tierras, el fuerte invierno.
No es de mi gusto ser traicionero, pero es preferible llegarte así, por detrás y sin previo aviso, que hablarte de frente sin mi legendario casco de guerrero, no soportaría el temor de ser fulminado con tu mirada entre mis ojos descubriendo en mis retinas la soledad mal camuflada.
Por eso perdóname que venga tan campante a clavarte esta carta por la espalda, te prometo jamás volver a levantar una bandera para que me veas a la distancia, toma esto como mi último grito de batalla, mi grito de retirada. Puedes estar tranquila, que yo caminaré de vuelta a casa. me tomaré un bebedizo que me dio un brujo guajiro para no soñar más contigo y descansaré durante toda una órbita solar.