viernes, 9 de mayo de 2008

Popeye el marino fui...

La muerte se acuerda de todos, y a todos llega a cobrarles. Muchos intentan sobornarla para que los borre de la lista, pero mueren en el intento.
!Ay Popeye, el gran Popeye, cómo te extrañaremos!, de ti tampoco se olvidó la parca. Si supiera la liviana Oliva como has terminado. Los que fueron brazos como yunques ahora tan solo unos huesos porosos.
Tu inmaculado nombre lo robó un sicario en Medellín y con él firmó sus obras macabras. Cosa infame copiarle el nombre a un tipo como tú, que si existe cielo, te lo ganaste salvando inocentes y cuidando tus tres sobrinos.
No pudiste recuperarte de la partida de tu amigo Bluto, leal como ninguno en la pelea, con quien, en el fragor de tu juventud, te enfrentaste por esa donna mobile qual piuma al vento.
Tantos moretones, tantos daños en propiedad ajena, para darse cuenta al final que en el amor siempre se sale golpeado.
Pero ni el cielo ni el infierno existen marinero, solo el olvido. Y va a ser que en unos años yo mismo no te recuerde, ya no sonreiré más al pensar que eras un marihuanero de "putamadre".
Quiero honrarte ahora que aún tengo memoria. Te honro porque en tu vejez nunca dejaste de soñar, aunque aceptaras que tu físico ya no estaba a la par de tus alucinaciones. Te honro por cruzar los mares, por amar platónicamente, por destruir cien ejercitos y por tu libertinaje.

2 comentarios:

andresfelipejg dijo...

Bella época donde uno ni se preguntaba que tenía Popeye en la pipa, o donde se creía que la espinaca daba tanta energía.
Lastima que no tenía cabello, por que seguro lo hubieramos visto con un rasta, y navegando por las aguas jamaiquinas

Pao dijo...

Pudimos haberle recordado mejor por algunas crónicas de viajes fascinantes, pero el insistió en darse a conocer por sus grandes puños y fuertes golpes.